Friday, March 24, 2006

Cambio de era

A pesar de los innumerables avances tecnológicos, la naturaleza primaria de los seres humanos ha cambiado poco en el curso de los últimos siglos. Las fuerzas del deseo, el odio y el miedo siguen siendo los motivadores del comportamiento y la cultura de tribu muchas veces se afirma en el temor al 'otro', al desconocido, al distante. Para entender un mundo que es complejo y ambiguo, la gran mayoría de los humanos demanda explicaciones claras y simples. Así, se sigue prefiriendo el blanco o negro a las variaciones de grises porque ello nos permite asumir cosmovisiones más precisas y rumbos que, en teoría, son más confortables aunque no siempre sean más certeros.
El mundo actual no vive una era de cambios sino un cambio de era. "Tiempos interesantes" decían los chinos, considerándolo una maldición. "Tiempos poderosos" los llama el último libro de Eamonn Kelly sobre el tema. Una expresión de este cambio es la carencia paradójica, en este mundo de globalización informativa, de una historia contemporánea común.
Como nunca antes, las personas reciben un bombardeo de historias sobre los avances de la ciencia y tecnología, el materialismo consumista, los desequilibrios crecientes, la expansión de China, las guerras fundamentalistas, la agonía de África, los desafíos del cambio climático, para no citar sino las más relevantes a escala mundial que forman un escenario contradictorio y confuso, un caleidoscopio complejo de una dinámica ambigua y emergente en los mundos de la política, la tecnología, la economía y la cultura. La tan potente amplificación, sin embargo, no ayuda necesariamente a clarificar. Y los patrones integradores que pueden ensayarse son, con frecuencia, paradójicos; hasta incompatibles, si se juzgan con los paradigmas del pasado.
Una interpretación optimista de este proceso es que la necesaria interdependencia resultante de esta era global debería forzar una superación del rechazo al 'otro'. Con el tiempo debería surgir un 'nosotros' en el cual integremos a 'otros' a quienes, primero, debemos conocer más y comprender mejor. Y ese partido es uno que se juega cotidianamente.
Cada día, en todo el mundo, las personas, empresas, organizaciones y gobiernos toman decisiones que contribuirán a definir el curso de los eventos en la próxima generación.
Para ello se requiere de una nueva actitud más orientada hacia el aprendizaje continuo, hacia la experimentación y la celebración del descubrimiento.
Ello implica formar y educar a las personas con una mayor tolerancia social y cultural hacia la incertidumbre y la ambigüedad. La multiplicidad y la diversidad deben ser vistas como cualidades virtuosas. Resulta necesario crear puentes y conexiones, iincluso en el marco de ideologías polarizadas y diferencias que inicialmente pueden llegar a asustar. Se debe pensar más en largo plazo, dedicar más tiempo a imaginar en conjunto un futuro deseado.
¿Cómo realizar este esfuerzo cuando todo resulta tan confuso y volátil? Ese es el gran desafío del liderazgo. Uno que requiere tres condiciones básicas: una conciencia lúcida de la naturaleza del cambio que se vive, una convicción profunda de que efectivamente se puede contribuir a hacer una diferencia, y una confianza suficiente para embarcarse en un viaje difícil, sin destino daro ni final predecible.
Felipe Ortiz de Zevallos
Rector de la Universidad del Pacífico

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