Thursday, October 20, 2005

La formación


Grabado que representa a Arquímides. Historia de la
humanidad. Renacimiento y humanismo, Laurousse,
Barcelona,1997.


Formar es preparar al sujeto para enfrentar una variedad de situaciones. Entre más avanzado sea el nivel de estudios, más estrecho será el campo de acción de los sujetos. Por eso en un mismo doctorado no estudiamos la ética de Spinoza, antropología física y electrodinámica cuántica. En la primaria vemos de todo, aunque de manera genérica y con un solo profesor (en la mayoría de los casos) como fuente. Sin embargo, en cada materia, en cada tema de esa materia, adquirimos formas de lidiar con problemas específicos, formas que han mostrado su valía, es decir, que funcionan y que son socialmente reconocidas. Pero el que las adquiramos en un cierto contexto no significa, si ha de tener valor este proceso formativo, que su uso deba circunscribirse al problema escolar ya transitado. Se trata de proveer al estudiante (perdón por la simpleza) de un conjunto de esquemas explicativos, y entrenarlo en su uso crítico, imaginativo y riguroso. Por eso pierde la matemática todo su sentido cuando se transmite como un conjunto de reglas y de cálculos; la matemática es, por historia y estructura, una forma muy sistematizada de exploración y búsqueda de entendimiento. Las leyes físicas no son leyes de la creación reveladas al observador obsesivo, sino creaciones esforzadas para hacer inteligibles ciertos fenómenos. Pues bien, la teoría de la evolución (no el hecho de la evolución, sino su explicación) es otra forma exitosa de comprensión para una gama de fenómenos del orden biológico. ¿Hasta dónde, hasta qué esferas de nuestro mundo humano, ese esquema es útil?, todavía lo ignoramos. Pero ahí está, a nuestra disposición, para servirnos de él (¡con rigor y crítica!) en algún ámbito ignoto. Una vez que hemos hecho nuestro este esquema —como nuestras deben ser las formas del razonamiento matemático, los esquemas experimentales, la apreciación estética— seremos más capaces de enfrentar nuestros (sí, de nosotros, y no del vecino) dilemas y aspiraciones.
El doble propósito de la educación que hemos mencionado lleva en sí la encrucijada que le da sentido, pues la socialización nos provee de una visión unificada y solidaria, mientras que la formación nos debería conducir a la búsqueda constante de nuevos esquemas interpretativos. ¿Cómo se concilia esto? Mi respuesta es: a través de la historia.
Enseñar las ideas prevalecientes en ciencia como verdades acabadas e indiscutibles, la tendencia a mostrar como obvio, como resultado del ‘sentido común’, los argumentos más recientes, desfigura enormemente la actividad científica y sus frutos; entre otras cosas, nos presenta como los tontos del futuro, pues de tontos tratamos a nuestros precursores. Cuando en el siglo XIX se tornó más y más convincente la naturaleza ondulatoria de la luz, se postuló como evidente la existencia del éter, pues toda onda necesitaba un medio para difundirse.

Luego se destruyó tal obviedad, pero ello no implica el paso de un estado de absurdidad a otro de racionalidad o verdad; simplemente se creó una nueva estructura explicativa (teoría) que hacía coherente la existencia de una onda sin medios de difusión. Nuestros esquemas interpretativos actuales, nuestras teorías científicas vigentes, son el resultado de una constelación de factores sociales, económicos, políticos, culturales y científicos; son respuestas creativas a preguntas apenas definidas. Nuestra visión del mundo es el resultado medianamente coherente de un largo proceso histórico, pero a su vez, es tan sólo un paso a lo que todavía nos espera. La socialización no es, ni puede ser, la jaula que nos inmoviliza en el presente, sino solamente la plataforma común con la que enfrentamos el futuro también común de nuestra sociedad. Sin historia no hay presente, no hay plataforma, y tampoco impulso al futuro.
Resuelto el dilema, espero, me veo obligado a volverme el ser práctico que exige la tarea docente. Es evidente que no podemos dedicar interminables horas a la exposición de la serie de acontecimientos que derivaron en los múltiples temas de los programas de estudio.

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