Monday, June 04, 2007

Historia de un pionero


Verdadero "dínamo humano" lo llamó Alfred Kroeber. Porras lo calificó como "el primer arqueólogo científico peruano". Fundador de cinco museos y responsable de 34 expediciones arqueológicas, la imagen que nos ha llegado de Julio C. Tello a través del tiempo es la del hombre humilde que a base de estudio logra superarse. Una imagen que por generosa ha terminado oculta al Tello que todo peruano debiera conocer

por Jorge Moreno Matos
En OCTUBRE DE 1974 el desaparecido historiador Alberto Flores Galindo escribía en un diario local: "De la misma manera como el los periódicos y revistas que comentan los libros, deberían también comentarce las tesis. Es una menera de seguir el proceso intelectual de un país". Tal vez se refería a la vieja costumbre que más de medio siglo antes tenía El comercio de insertar, a manera de pequeños avisos de sociales, la graduación de algún nuevo bachiller que su orgullosa familia mandaba publicar. Sólo en una ocasión ese aviso se extendió más allá del anuncio y se explayó en detalles como no lo había hecho antes

El 17 de nobiembre de 1908, al día siguiente de ser sustentada, El comercio comentó la tesis que Julio C. Tello defendió para graduarce de Bachiller en Medicina: La antigüedad de la sífilis en el Perú. Resultó tan notable la sustentación que escribió: "El señor Tello ha merecido una distinción que no ha alcanzado estudiante alguno, pues tras dos horas de sostenida discusión sobre los puntos culminantes del trabajo, en que fue objetado por los doctores Avenaño, Lavorería y Castañeta, el decano de la facultad doctor Manuel C. Barrios, pidió que la tesis fuese aprobada por aclamación". Este mismo jurado recomendaría "que no solamente se insertase el trabajo en los Anales Universitarios, sino que la universidad hisiese una edición especial para darla a conocer al mundo científico". Pero apenas era el inicio de su brillante carrera científica. Diez años después, el 24 de junio de 1918, volvería a San Marcos para graduarse brillantemente de Doctor en Ciencias Naturales con una tesis de apenas 24 páginas y 41 acuarelas y fotografías: El uso de las cabezas humanas artificialmente momificadas y su representación en el antuguo arte peruano. Hoy esa tesis constituye una de las joyas mas preciadas del Archivo Histórico de esa casa de estudios.
La vida de Tello estuvo salpicada de tantos viajes, avatares, polémicas y hasta anécdotas que incluso alguna vez alguien publicó un libro con el nombre de 50 anécdotas del sabio Tello, que
muchos han leído, modificado y tergiversado en ocasiones. Y es que desde que nació para el público peruano, Tello siempre dio que hablar y suscitó tanta admiración como envidia.
Nació en Huarochirí el 11 de abril de 1880, lo que significa que perteneció a la generación inmediatamente anterior a la llamada 'Arielista' o del 'Novecientos' de la que formaron parte de Riva-Agüero, los hermanos García Calderón y V. A. Belaúnde, lo que no impidió que entablara amistad con agunos de sus miembros y que incluso comulgara con muchos de sus postulados. Aunque cursó la primaria en su pueblo natal y la secundaria, primero en el colegio de Lima y el último año en el colegio Guadalupe, lo verdaderamente trascendental fue su ingreso a la Facultad de Medicina de San Marcos, en 1900, en donde conoció a Hemilio Valdizán, Baltasar Caravedo, Julio C. Bernales y Ricardo Palma, cuyo padre, el famoso tradicionista, lo que prohijó y le facilitó un puesto en la Biblioteca Nacional en cuyos viejos estantes ahondaría su interés por el antiguo Perú. Luego de su magnífica sustentación de 1908, obtiene una beca del gobierno y se embarca para los Estados Unidos a continuar sus estudios en la Universidad de Harvard. En este hecho, hay quienes han tratado de restarle méritos a Tello acusándolo de leguiísta. Nada más lejos de la verdad. El gobierno de Leguía le concede la beca a solicitud de la propia Universidad de San Marcos según consta en la resolución Suprema del 21 de agosto de 1909. A su regreso, sus aportes al conocimiento de nuestro pasado serían fundamentales, la base de la naciente escuela peruana de arqueología. En 1919 funda el Museo Arqueológico de esa Universidad; ese mismo año llama la atención sobre la importancia de la cultura Chavín y su enorme influencia; en 1925 descubre la cultura Paracas, anterior a la era cristiana; y en 1945 funda el Museo Nacional de Antropología. Obras que bastarían por sí solas para escribir su nombre en la história, pero Tello hizo mucho más.
Como hijo de su tiempo, y gracias a los laureles académicos que havía logrado fue muy natural que respondiese a la invitación que le hicieran para integrarce a las filas del Partido Nacional Democrático el de Riva_Agüero. Fue elegido diputado por Huarochirí, ocupando un escaño desde 1917 hasta 1928. Sus invenciones en el hemiciclo, que todavía esperan a alguien que las rescate para el gran público, revelan a un Tello en gran parte desconocido para todos. En las páginas del Diario de los Debates de su cámara están impresas para siempre su denuncia de las empresas mineras que contaminan los ríos con los revales que virten en ellos, produciendo "graves daños a las sementeras y al ganado" (intervención del 20/11/1917); su demanda de auxilio al gobierno de los pueblos de la sierra "por el encarecimiento alarmante de los artículos de primera nesecidad" (intervención del 21/11/1917); su denuncia de masacres huelguistas mineros "que no rejistró carácter de agresividad o de violencia" por parte de ellos ( intervención del 6/12/1918). O más aún, su denuncia, sin ningún miramiento, de agentes del gobierno "incapacitados conforme a ley" implicados en estos hechos. Pero la verdadera gloria de Tello estaría lejos del recinto parlamentario.

Nombrado en 1913 Jefe de la Sección Arqueológica del Museo Nacional, presentó un plan de trabajo tan moderno para su época que se ganó la enemistad de aquellos a los que su plan dejaba fuera. El mayor encono contra él lo tuvo Emilio Gutiérrez de Quintanilla, Jefe de la sección Histórica, representante máximo del viejo pensamiento que causó a Tello da las mayores bajezas, de buscador de tesoros y hasta de traficante de nuestro patrimonio (él, que fue quien propició la ley Conservación de Monumentos Arqueológicos de 1929). Su malestar por tener que haceptar las propuestas para la administración del museo que un indio hacía desde el Congreso, lo volcó en un panfleto: "El Manco Capac de la arqueología peruana, Julio C. Tello, (Señor de Huarochirí), que está repleto de las más increíbles lindezas y prejuicios: "Anticristo de quimérica reacción, contra hechura viviente de Huayna Capac", lo llama; "la campaña política que emprende ahora, para restablecer el predominio de los pongosy restaurar la autoridad incana", califica asus propuestas para una nuueva Ley Universitaria. Pese a ello y por increíble que parezca, Tello sólo logró que su Cámara aprobara una recomendación al Ejecutivo para abrirle proceso administrativo a Gutiérrez, ya que tuvo el desparapajo de manadarlo imprimir en los talleres del museo y condinero del Estado, y que nunca se abrió, permaneciendo veinte años en su cargo. Tello se alejó del Museo en 1915, al igual que Uhle lo hizo en 1911 también por intrigas del mismo personaje. Pero si algo habría que reprocharle a Tello fue el no ser ajeno al destino de otros grandes historiadores peruanos que, como él, dejaron gran parte de su magnífica obra inédita o dispersa en publicaciones menores. Al igual que Raúl Porras o Riva-Agüero, lo fundamental de su trabajo se publicaría años después de su mierte y, como en el caso del primero, durante años se anunciarían sus obras completas que siempre tardaban en ser publicadas. Recién en el 2004 la Universidad de San Marcos ha empezado a publicar y reeditar sus trabajos inéditos y aquellos que eran tan difíciles de encontrar aún para especialistas como es el caso de su extraordinaria Paracas I, publicado en 1959 por uno de sus discípulos y que es una auténtica obra de arte por el aparato gráfico que la acompañaba y que lamentablemente en su reendición de 2005 perdió gran parte de ese atractivo. Tello murió el 3 de junio de 1947 sabiendo que su legado por el que tanto trabajó estaba asegurado: un museo en el que reunió todo lo acumulado en tres décadas de exploraciones y descubrimientos y en el que pidió ser enterrado; una teoría del origen de la civilización andina que aunque superada le dio prestigio; y un archivo (que donó a la Universidad de San Marcos) en el cual las generaciones futuras de estudios, como predijo Porras, "por muchos años se nutrirá de sus hallazgos, descripciones y planteamientos", para continuar en la búsqueda que durante una vida dedicada a la investigación lo mantuvo ocupado a él; la esencia del Perú.


























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